Se entrelazan las notas musicales con las ciencias. Detrás de ellas, sus ejecutores —de dieciséis a veintidós años— aprenden (y tocan) instrumentos de ritmo, maderas y metales; en tanto la mayoría estudia carreras afines a las ciencias (química, biología, veterinaria) y las artes... Ellos son los integrantes de la Big band CUCBA, creada hace poco menos de un año. Con sólo quince elementos inicia el ensayo; no llegaron todos al llamado. Están a puerta cerrada en un estudio privado en Zapopan, en una habitación de cuatro por diez metros. Cuando está llena por los veinticuatro integrantes, los hombros chocan entre sí.
La filosofía que vio nacer el proyecto a mediados de 2014 —y que aún se mantiene— es un espacio de instrucción musical, primero de instrumentos como el saxofón, el piano y la guitarra.
Los iniciadores fueron estudiantes del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), quienes conformaron un ensamble con tintes de jazz.
“Al principio, la idea fue tallerear, jugar y comunicar ideas”, explica el director, Carlos Enrique Díaz de León Mena. El proyecto creció exponencialmente e integró a otros centros universitarios como el de Ciencias Exactas e Ingenierías; Arte Arquitectura y Diseño y Ciencias de la Salud.
Para el director de la banda, el que converjan intereses de distintas visiones de la vida y disciplinas científicas por un interés común, lo hace creer en el “poder de comunicación de la música”.
La diversidad no sólo está presente en sus profesiones, sino también en sus personalidades: algunos llevan cabello largo; otros muestran rasgos hippies por aquello del amor a la vida; otros visten de negro, gris, y hasta verdes llamativos; o cantan con gestos y bromas.
Las primeras notas de la tarde fueron las de “Sing Sing Sing”, de Benny Goodman. En un error, los jóvenes se dan tiempo para la broma, y piden una rola de Led Zeppelin o Black Sabbath; al final tocan algunos acordes de una canción de Mi banda el mexicano.
“Todo es un mismo lenguaje diciendo diferentes cosas”, comenta el músico Juan Magaña.
Y es que la música la llevan en la sangre; tal es el caso de Miguel Ángel Valdez Sepúlveda, originario de Tamazula, Jalisco, y quien estudia Ingeniería química en el CUCEI: su gusto por las expresiones artísticas viene de familia.
Aprendió a tocar en la orquesta municipal de Tamazula a los trece años y tiene varios años participando en la Orquesta Sinfónica Juvenil José Pablo Moncayo. En la Big band CUCBA ejecuta el trombón de varas y piensa que cualquier persona puede tocar un instrumento, “pero tocarlo bien, ya es otra cosa muy distinta”.
Una de las pocas mujeres de la banda, Ixchel Ameyalli Ortiz Lovera (estudiante de Biología del CUCBA), considera que el género no importa en las expresiones artísticas: “Al fin y al cabo todos nos unimos para hacer algo que nos gusta y poder deleitar a las personas que nos puedan escuchar, y para eso no hay límites, no hay géneros, no hay nada, el chiste es transmitir”. A ella le gusta toda la música, en especial el jazz, porque le permite improvisar. En la semana ensaya por lo menos veinte horas, tanto en lo individual como en lo colectivo. Para ella, la biología combina con la música. La naturaleza es parte de una armonía, “tal como lo es la música”.
La Big band “es muy importante, me ha ayudado muchísimo a crecer como persona, profesionalmente y obviamente en el ámbito de la música; me ha ayudado a entrar a un mundo que es realmente grande y hermoso: el jazz”, dice. Big band CUCBA se ha presentado en los centros universitarios del Sur y el CUCBA, en la Rambla Cataluña, el Auditorio Telmex y en el cierre del Encuentro Nacional de Jazz en Guadalajara.
Por Eduardo Carrillo